En memoria de Hernán Cortés Pinto, Profesor Emérito.

2007-06-01 El pasado 11 de mayo, falleció don Hernán Cortés Pinto, quien fuera designado en 1992 Profesor Emérito de nuestra Facultad, a la que para entonces había dedicado varias décadas de sobresaliente labor.

El pasado 11 de mayo, falleció don Hernán Cortés Pinto, quien fuera designado en 1992 Profesor Emérito de nuestra Facultad, a la que para entonces había dedicado varias décadas de sobresaliente labor.

Nació en La Serena, el 14 de Marzo de 1923, ciudad donde cursó sus estudios secundarios. Ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde recibió su título de Profesor de Matemática y Física en 1950. Contrajo matrimonio, en 1956, con la señora Norma Quezada, de cuya unión nacieron seis hijas y, con el tiempo, numerosos nietos.

Sus primeras labores como profesor fueron en el Liceo Barros Arana, desempeñándose luego en la Universidad de Chile y en la Academia Politécnica Militar. En la década de los años cincuenta, fue convocado a Valdivia por la entonces naciente Universidad Austral, correspondiéndole la importante misión de organizar allí el Departamento de Matemática.

Se incorporó más tarde a la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde concentró sus esfuerzos en la docencia para la Escuela de Ingeniería. Sin perjuicio de ello, en la década de los años sesenta tuvo una importante comisión de servicio para la reforma y modernización de la enseñanza de las matemáticas en el Centro de Perfeccionamiento de profesores del Ministerio de Educación.

Con la reorganización de la Universidad, a partir de 1969, su labor se extendió, dándole ocasión, primero desde el Instituto y más tarde, la Facultad de Matemáticas, de ejercer la docencia para la virtual totalidad de las carreras que aquí se imparten. Con ello se multiplicaron, durante muchos años, las generaciones de sus estudiantes.

Quienes fueron sus alumnos apreciaron especialmente la claridad de sus presentaciones, cuya extraordinaria pulcritud era el producto de una inusualmente meticulosa preparación. En su honor, se puede decir que su peculiar estilo pedagógico resulta prácticamente inimitable. Los numerosos textos de estudio que escribió son el reflejo de una incontrarrestable pasión por enseñar, que no se limitaba solo en sus estudiantes, sino que también era traspasada hacia sus colegas y, en general, a todos quienes a su alrededor mostrasen un mínimo interés por aprender de Hernán.

Sus amigos de la Universidad lo recuerdan como un académico de carácter y personalidad inconfundibles, que tras un temperamento severo y aparentemente frío, escondía un espíritu animado por una viva curiosidad que lo hacía mantener numerosos intereses más allá de su profesión. Resulta inolvidable su entusiasmo por la música, el ajedrez, la historia y, en una época más reciente, las tecnologías computacionales.

El 11 de Mayo, en medio del afecto de su familia, partió tras su querida Norma, que lo antecedió por más de una década en el viaje final.