Entrevista a Claudio Fernández, decano 1994-2004: “Esta es la primera obra de Alejandro Aravena”


2018-09-12
  • El pasado fin de semana, la Facultad de Matemáticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, abrió sus puertas para recibir a los interesados en conocer el Edificio Rolando Chuaqui. El edificio fue construido en el periodo de decanato del académico Claudio Fernández, quien nos cuenta la historia de la primera obra de Alejandro Aravena, premio Pritzker 2016. 
El 8 de septiembre, la Facultad de Matemáticas realizó tours guiados por su edificio Rolando Chuaqui, en el marco de OH!STGO, segunda versión en Chile de Open House, evento de difusión de la ciudad como ambiente construido que se realiza a nivel internacional. En marzo de 2017, la Facultad de Matemáticas UC fue parte de la primera versión de este evento. 

El edificio Rolando Chuaqui destaca por su por su originalidad, modernidad y belleza. Sus orígenes se remontan a 1995, año en que comienzan a tomar forma las propuestas para resolver los nuevos requerimientos de espacio físico de una facultad consolidada, tras un periodo de crecimiento sostenido. Estas propuestas se consolidan en 1997, cuando se decide levantar un nuevo edificio, a cargo del arquitecto Alejandro Aravena. 

Claudio Fernández, académico del Departamento de Matemáticas y decano de la época, recuerda los orígenes de este proyecto. 

“Luego de muchos años funcionando en el tercer piso de la Escuela de Ingeniería, se nos asignó este espacio, construido para la Escuela de Economía, que se trasladaría desde el Campus Oriente al Campus San Joaquín. 

Finalmente, Economía construyó un nuevo edificio, y se nos cedió este espacio que consistía en un edificio recto, de dos pisos, como un vagón de ferrocarril con oficinas por lado y lado, donde comenzó a funcionar la facultad y otro edificio pequeño, separado del primero por un amplio espacio que servía de tránsito norte-sur de esta zona del campus. En el segundo edificio, funcionaba el decanato. 

Desde nuestra llegada, nunca estuvimos cómodos. Desde el primer día se pensó en una ampliación”, explica. 

¿Por qué se escoge a Alejandro Aravena como arquitecto del proyecto? 

Cuando conversamos con la Dirección Superior de la universidad, respecto de cómo llevar a cabo la ampliación, me contacté con Fernando Pérez, entonces Decano de la Facultad de Arquitectura, con quien teníamos buena relación y con el profesor de la misma facultad, José Rosas, quien después fue decano y a quien conocí, personalmente, desde la época escolar.  

Ambos se interesaron en el tema y me propusieron a Alejandro Aravena, entonces un egresado de la carrera de Arquitectura, que, de acuerdo con ellos, era brillante, pero se encontraba en un periodo de crisis vocacional, dedicado a actividades al margen de su formación. Ellos lo contactaron.

¿Por qué se decide hacer un nuevo edificio en vez de una ampliación?
 
Cuando conversamos con Alejandro, vino a visitar el espacio numerosas veces y algo que le llamaba la atención era la existencia de estos dos edificios largos, con un pasillo techado por el frente, que se encontraba dividido en dos, por el espacio que separaba ambos edificios de norte a sur. 

Inmediatamente se imaginó hacer un pórtico inmenso en este espacio vacío, pero para esto había que unir los dos edificios; entonces, Alejandro propuso empalmarlos, poniendo en el centro un edificio grande, donde los originales pasaban a ser alas. Fue así como un proyecto que inicialmente era una ampliación, se convirtió en un nuevo edificio y en la primera obra de Alejandro Aravena. 

¿Cómo fue el periodo de construcción del edificio? 

Antes de construir, el primer paso fue convencer a la Dirección Superior de realizar un edificio nuevo en vez de una ampliación y obtener el financiamiento, lo que duró años; finalmente lo logramos, pero durante ese tiempo, tuvimos que ahorrar porque nos comprometimos a financiar una parte. 

Alejandro comenzó a entrevistarse con los académicos de la facultad por un periodo muy largo y, en paralelo, comenzó a definir los espacios en un proceso de diseño de proyecto bien particular, participativo. Fue un proyecto en el que muchas personas opinaron, luego se presentó a la Dirección de Obras, después presentamos el presupuesto que fue rechazado por cerca de 3 años, conseguimos donaciones, juntamos dinero en la facultad… fue un camino complejo y cuando estuvo listo, vino el proceso de la construcción que no lo fue menos, dado que se construyó mientras estábamos habitando los edificios originales. 

Estaban construyendo y estábamos trabajando al lado, entonces muchas personas opinaban; pero a Alejandro le encantaba. Fue tal el nivel de participación que las oficinas ya tenían nombre y apellido; vale decir, las personas podían visitar el espacio en donde estaría su oficina, lo que, claramente derivó en algunas opiniones y requerimientos muy particulares. Fue un proceso único. 

Al ser un proceso tan participativo, ¿hubo muchas opiniones dispares? 

Los procesos que involucran muchas personas, siempre implican muchas opiniones. Era una época en que, por ejemplo, el hormigón a la vista no era la tendencia en diseño interior y algunos colegas querían “vestir” los muros. 

Otro punto discutido fue la priorización de espacios abiertos como los corredores, que se van abriendo desde el primer al tercer piso y que, a la vez, permiten interrelación entre pisos por los puentes que componen los corredores superiores. Esto fue visto por muchos como una pérdida de espacio.

Esto tiene raíz en que, a partir de sus entrevistas, nos consideraba una especie de “tribu” que por la naturaleza disciplinar prefiere trabajar en soledad, a puerta cerrada; entonces tuvo la intención de romper con este encierro en la definición de los espacios, hacer que nos viéramos, que nos cruzáramos de manera orgánica.

Este sistema de puentes permite que, en las actividades cotidianas, exista una interrelación en los pasillos y entre los pisos superiores y posteriores, sin que se genere ruido; además, permite que la luz natural que ingresa por las lucarnas del tercer piso, baje hasta el primero. 
             Prof. C.F


¿Las decisiones respecto de la materialidad, también fueron sujetas a discusión?

 
Todo fue discutido, pero la mayor parte de las ideas provenían de Alejandro, quien optó por elegir materiales por lo que él denominaba “su nobleza”, que no implicaba necesariamente su valor de mercado; particularmente, el uso de hormigón, madera y cobre, son elementos arquitectónicos muy pensados por él. 

¿Cuál es su visión particular de este edificio? 

Creo que somos afortunados de trabajar en este lugar. 

Particularmente, me gusta mucho el tercer piso, la entrada de la luz y como la apertura de abajo hacia arriba rompe con la estructura de un pasillo con salas hacia ambos lados; también me gusta que este edificio termine en el sector central con ángulos que son únicos y los materiales. Es un edificio en donde se aprecia una cierta belleza geométrica. 

¿Cree que esta belleza es parte de la impronta de Alejandro Aravena? 

Absolutamente. Los ángulos centrales, cuyas líneas se aprecian incluso en el piso del exterior, la decisión de incorporar diagonales, las ventanas de distintos tamaños, los marcos de los ventanales, la materialidad… fue muy original en sus ideas, pero en el marco de un proceso muy especial de participación. 

Cuando hicimos los tijerales en el subsuelo, donde ahora está la biblioteca, Alejandro entregó a cada profesor, a cada maestro, constructor, una tarjeta con un mensaje personal.  

Entonces, no sabíamos que su trayectoria sería tan brillante; en este sentido, nos satisface enormemente el reconocimiento que ha tenido Alejandro Aravena por su trayectoria, particularmente al recibir el premio Pritzker 2016. 

Y es que la construcción de Alejandro y su contribución a la arquitectura chilena va muchísimo más allá de esta, su primera obra: está en el concepto de construir belleza donde sea, dignidad en las construcciones, en tipos de construcción en las que no había sido tradicional, como las viviendas sociales. 

¿Cómo cree que contribuye el espacio físico al desarrollo de la disciplina, al encuentro creativo?  

Muy personalmente, pienso que el espacio, la estructura, el entorno, nos ayudan a vivir mejor; por lo tanto, vivir en un lugar bonito, agradable, si es un aporte. En relación con este edificio, no hay un interés mayor por quienes lo habitan; a nivel de usuario, muchas veces se ve solo desde el punto de vista funcional y en ese sentido, no necesariamente es un lugar cómodo para todos, pero es bello, agradable de mirar, lleno de un montón de detalles que hacen el cotidiano más llevadero. 

En 1999 fueron inauguradas las nuevas dependencias de la Facultad, cuyo nombre homenajea al fallecido decano Rolando Chuaqui Kettlun (1935-1994).  

El nuevo edificio debía considerar las infraestructuras existentes. “La entrada del edificio, por tanto, debía resolver un nudo de circulaciones que incluía acceso a los pisos superiores por las escaleras, a la biblioteca en el subsuelo, al corredor longitudinal interno del edificio y permitir el libre paso del atajo”, describe Alejandro Aravena. Esto fue resuelto por medio de la introducción de diagonales.

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